Amasar para crear vínculos
Ya desde la Prehistoria la humanidad comenzó a amasar. El de panadero es uno de los oficios más antiguos del mundo e implica un trabajo físico y de fuerza con la masa, unos tiempos de espera con la fermentación y unos madrugones que resultan antagónicos a la inmediatez y ritmo de vida actual, pero que siguen siendo necesarios a diario.
Trece mujeres víctimas de violencia de género o en situación de vulnerabilidad se forman estos días en panadería y repostería dentro de un proyecto que va más allá de lo formativo y de la empleabilidad y que busca que este grupo de mujeres recuperen su autoestima y su poder. “Juntas y acompañadas. Un camino de prevención, formación e integración contra la violencia de género” es una iniciativa de la Fundación Adsis que se lleva a cabo gracias a una Ayuda a Proyectos Sociales de la Fundación Mutua Madrileña.
Cada mañana, las mujeres acuden a la escuela que la empresa de panadería “Levadura Madre” tiene en Madrid y aprenden de Bárbara, la técnico de I+D y formadora de Levadura Madre, que les enseña todo tipo de técnicas. Bárbara les transmite a todas su amor por hacer pan, la materia prima que alimenta al ser humano.
“Con Bárbara aprendemos muchas cosas, recetas de panadería, pastelería, bollería… Cada día aprendemos algo diferente. Hemos hecho pan de queso, donut, masa brioche...Es una profesora espectacular”, enfatiza Nayeska, una joven de 25 años de origen venezolano que se vino a España desde Panamá cuando quedó embarazada hace solo un año.
Confío en que este curso me pueda ayudar a encontrar un buen empleo, al trabajar la pastelería me completa en el aspecto gastronómico. Ha sido la guinda del pastel que me faltaba.
Nayeska había trabajado cinco años en Panamá como chef de cocina caliente y cocina fría, por eso este curso le ha venido como anillo al dedo: “Confío en que este curso me pueda ayudar a encontrar un buen empleo, al trabajar la pastelería me completa en el aspecto gastronómico. Ha sido la guinda del pastel que me faltaba”.
No es la primera vez en este año que hace una formación con Adsis, una fundación que encontró por internet y que le está ayudando con formación -ésta es la segunda que hace- para iniciar una nueva vida en Madrid con su pequeño de 10 meses: “Estoy contenta en Madrid, aunque a veces me resulta agobiante. Voy todo el día de aquí para allá”, explica.
Como Nayeska, todas sus compañeras del curso de panadería son de origen extranjero. Muchas de Latinoamérica, pero también de Marruecos, Afganistán y Somalia, lo que convierte a este grupo de mujeres en una amalgama de culturas, religión, edades y orígenes.
Trina salió de Afganistán con la llegada de los talibanes. Ella era periodista de televisión en su país y está encantada con dar un giro profesional en España y dedicarse a la panadería. Tanto ella, como la somalí Amal, tienen una destreza innata para trabajar las masas, fruto de una infancia en países donde la cocción de panes se hacía en la propia casa.
Amal tiene condición de refugiada y empieza a adquirir nociones de español, se defiende con el inglés para comunicarse con sus compañeras. A diferencia de otros proyectos de la Fundación Adsis, uno de los objetivos principales de éste es que las mujeres que participan hagan grupo, creen red, conozcan a gente en una situación similar en las que se puedan apoyar.
Rose Mary, de origen colombiano, es la mayor del grupo y apoya a las más jóvenes o las que están más solas en España. Cada una va adquiriendo un rol en esta nueva familia. Autoconocimiento, motivación y, sobre todo, eliminar el sentimiento de culpa son las necesidades clave de estas mujeres. Algo que cada mañana en el obrador, alrededor de la mesa y con las manos en la masa van poco a poco construyendo mientras crean unos lazos de amistad que les ayudarán a salir adelante.